domingo, 12 de enero de 2014

Abigail II - Por Sillary Blank


Abigail – Parte II

Mientras transitábamos aquella solitaria carretera nos mantuvimos en silencio, yo estaba absorto en mis pensamientos llenos de deseo por volver a recorrer aquel cuerpo que parecía tan frágil pero tan urgido de placer a la vez. Después de casi una hora de conducir, llegamos a un pequeño restaurant, apagué el motor de la camioneta y le dije:

Tenemos que comer lo necesitaremos para enfrentar esta noche ¡Espero que estés a la  altura de las circunstancias!.  No respondió, pero todo me lo dijo su mirada.  Me acerqué al mostrador y pedí dos sopas muy calientes que nos ayuden a matar el frío intenso de aquel lugar.  Comimos en silencio y cuando retomamos el viaje la dejé dormir, de rato en rato la miraba y me preguntaba cómo hacía aquella mujer que parecía tan delicada para transformarse en una terrible loba en celo en medio de una noche de luna llena, traté de no buscar respuestas y esbozando una sonrisa me dije «¡Esto recién empieza!»

Llegamos a nuestro destino, un pequeño pueblo enclavado en los andes donde el cielo es azul y el frío es intenso, buscamos un hotel para pasar la noche, pedí dos habitaciones separadas, ella me miró sorprendida, sin hacerle mayor caso le dije:

―Antes de que anochezca iré a la obra, tú mejor descansa y acercándome mucho a su oído continué ―: pero eso sí ¡espérame bañadita!

 ―Está bien Ingeniero, vaya a trabajar que yo estaré aquí esperándolo para verificar si todo lo que se dice de usted es cierto, respondió mirándome lujuriosamente, le devolví una sonrisa cómplice y me fui.

El trabajo me tomó un poco más de lo que había calculado, regresé impaciente al hotel, estaba ansioso por volver  a tener entre mis brazos a Abigail, de pronto Pilar, mi esposa, apareció en mi mente, sentí algo de culpabilidad pero la ignoré pues mi deseo por volver a vivir la aventura que Abigail me ofrecía fue mayor y buscando tranquilizarme pensé «¡no se enterará!, además ella tiene mucho de culpa por tenerme abandonado».  Llegué al hotel, tomé una rápida pero reparadora ducha y salí en busca del placer.

Toqué su puerta, abrió y en cuanto me miró sentí que me deseaba, la tomé de los hombros y le pregunté:

¿Has dormido? lo negó con un ademán.  Me acerqué al velador, coloqué una bebida energizante  y continué ―: te dejo esta bebida acá, estoy seguro que más tarde la necesitarás, ella se apartó y ansiosa respondió:

Hmm… ¡espero que así sea!―. Puso sus manos alrededor de mi cuello, acercó su boca a mi oído e increpó―: ¡muéstrame lo que sabes hacer!

―¿No te bastó con lo anterior?,  ¡verás como ahora te derrites de placer!le dije mientras la alzaba entre mis brazos para dejarla caer suavemente sobre la cama, de sus ojos salían cuchillos que se clavaban en mi piel.

Con voraz desesperación nos despojamos de la ropa que nos cubría, mientras yo acariciaba con dureza sus senos ella me quitaba la camisa hundiendo sus uñas rojas en mi espalda haciéndome estremecer. Nuestros besos eran desesperados como si nuestra ausencia hubiera durado años. Cuando me satisfice de su boca, recorrí lentamente con mi lengua su cuerpo, su cuello, sus senos, su vientre plano me detuvo haciendo una pausa en su ombligo, jugando un rato con él, haciendo que ella se desespere y me pida seguir hacia el sur, continué por el pubis totalmente depilado y me deleité con la suavidad de su piel y abriendo sus piernas introduje mi cara entre ellas moviendo mi lengua frenéticamente sobre el punto más sensible de su cuerpo, ella tiraba de mi pelo, respiraba con fuerza y gemía a la vez arqueaba el cuerpo hacia atrás en señal de que recibía todas las descargas eléctricas que un cuerpo puede soportar. 

No le di tregua para recuperarse, coloqué mis dedos en su boca, dejé que los besara por un corto momento para después acariciar con ellos su entrepierna, buscando introducirlos dentro de ella, era tan cálida, tan húmeda que me invitaba a poseerla; pero, ella lo impidió diciendo:

Debo corresponder a tanto placer―. Acomodó su cuerpo sobre el mío y tomando mi endurecida hombría entre sus manos se la llevó al pecho frotándosela con avidez, cerró los ojos y continuó―: Esto es lo que cualquier mujer desea entre sus piernas ¡es maravilloso! Pero ahora, Adriano disfruta que quiero ser yo quien haga que mueras de placer.

Jugueteaba con mis testículos con sus dedos, mientras que su suave lengua recorría mi virilidad desde la base hasta posar sus carnosos labios en la punta e introducirla hasta casi rozar su garganta. La forma como me lamía, succionaba y frotaba hacía difícil que yo pudiera contener mi excitación y dejé que el éxtasis llegara sin compasión.

Lamiéndose los labios, se acercó a mí, me dio un dulce beso, me pidió:

Quédate esta noche conmigo, Adriano ¡verás que no te arrepentirás!

Acaricié su cabello y dejé que se acomode entre mis brazos y así desnudos dormimos un rato, pues la noche fue eterna, pero en cuanto trataba de encontrar el sueño, algo de culpabilidad aparecía en mi mente y pensaba «¡Pilar!»

***

Buenas y eternas noches para todos ustedes.

SILLARY BLANK

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