sábado, 19 de julio de 2014

Mientras te espero…

Te oigo llegar… mi corazón se acelera mientras tus pasos se oyen lentos, cansados de trabajar.  

No imaginas que estoy aquí… pero sí, he venido por ti y en tanto te espero, impaciente, me acomodo en el sofá, busco una pose sensual, subo mi corta falda hasta ahí, hasta ese lugar que al mirar te provoque tocar… 

Imagino que entras, me miras con esos ojos ardientes que solo deseo para mí y siento como destilo humedad… Busco calmarme, ajusto el encaje de las medias de seda negra que adornan mis muslos y compruebo que arden como arde cada centímetro de mí... 

Siento tus pasos que se acercan incautos a mí y me estremezco de ansiedad… abro botón más de mi blusa, dejo visible la piel de mis senos que erguidos y duros esperan por tus caricias… De pronto, te detienes tras la puerta que nos separa,  ruego en silencio que no demores más, ansiosa cierro los ojos, te imagino amándome… mi respiración se entrecorta… mis latidos se aceleran… mi piel se eriza…  

Abres la puerta, tu mirada de asombro se transforma en deseo, te acercas sonriente y yo me afano por provocarte más, me besas con pasión… me acaricias con desenfreno y cierro los ojos para perderme totalmente en ti…


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domingo, 23 de marzo de 2014

Lorena

Había transcurrido dos años desde que mi mujer me dejó y yo había logrado superar mi soledad perdiéndome entre mi trabajo y miles de libros que durante años había postergado leer.
En aquellos tiempos era profesor en una academia que se dedicaba a formar enfermeras técnicas, tenía varios cursos a mi cargo, entre ellos Anatomía II en el último semestre de la carrera. Mi vida era tranquila y nada me hacía pensar que podría sucumbir a las tentaciones de Lorena.
Recuerdo el día que entré, como en cualquier ocasión, a mi clase con los exámenes parciales corregidos. Una a una iba llamando a las alumnas y entregándoles el examen pero cuando le tocó su turno, Lorena se acercó a mí lentamente y en vez de tomar su examen posó su mano sobre la mía por un instante. La miré sorprendido pero ella, lejos de avergonzarse fijó sus ojos en una forma que me sobresaltó, no de miedo, no de indignación sino de deseo.
Durante los siguientes días, traté de olvidar aquella mirada, traté de culpar a mi imaginación por estar suponiendo cosas, pero fue difícil, ansiaba que llegara el martes para volverla a ver.
Así me sorprendí acicalándome más de la cuenta, «estás loco» pensé y me coloqué el traje para dirigirme al instituto. En cuanto entré al salón, la vi, estaba sentada en primera fila, vestida de pantalones muy apretados y un par de botas negras taco aguja que resultaron muy sensuales. La fuerza de su mirada era impactante y no me daba tregua para zafarme de ella, de pronto nuestros ojos de cruzaron y me regaló un disimulado guiño de ojo, traté de fingir y continuar mi clase con normalidad pero cuando pensé que lo había superado instintivamente volví a mirarla y noté como mojaba sus labios rojos insinuantemente con la punta su lengua. Traté de controlar mi nerviosismo pero fue en vano, por lo que preferí terminar la clase con prontitud. Salí del salón sin mirarla, entré a la Sala de Profesores y tomando un vaso de agua pensé «¡tantos años enseñando y nunca me había pasado algo así!», con el transcurrir de los minutos y en aquella soledad de la habitación pude, con dificultad, recobrar la tranquilidad.
La siguiente clase fui más preparado, respiré profundamente y entré al salón, traté de no buscarla entre las alumnas pero se había sentado justamente frente a mi pupitre, puse mis libros sobre él y al levantar la vista la sorprendí mirándome fijamente, esquivé su mirada e inicié el dictado de mi clase en forma bastante normal. De pronto me sorprendió el sonido de la caída de un libro, instintivamente me agaché para recogerlo y mientras me levantaba pude ver sus perfectos pies en tacones aguja, sus hermosas pantorrillas envueltas en medias de seda negra y sus provocativos muslos que apenas se cubrían con una corta y ceñida falda. Nervioso coloqué el libro sobre su carpeta y ella sonriéndome pícaramente me dijo:
—Muchas gracias, profe. —Me ruboricé y evadiendo su intención traté de continuar con mi clase; sin embargo, las demás alumnas algo debieron notar pues pude escuchar murmullos y risillas inquietas alrededor.
Transcurrieron dos semanas y cada clase Lorena se encargaba de hacerme perder el hilo de mis pensamientos con sus gestos insinuantes, sus miradas provocativas y la forma como acariciaba o frotaba sus piernas mientras yo hablaba. Era común que saliera perturbado de aquel salón y en muchas oportunidades, en que no tenía clases con ella, me sorprendía buscándola por los pasillos y patios del instituto naciendo en mi interior una ansiedad incontrolable por volverla a ver.
Un día llegué a clases, miré su carpeta y no la encontré, me sobresalté y la busqué con la mirada por todo el salón « ¡no está!, ¡no ha venido!» pensé tratando de guardar la calma pues la atracción que sentía por ella era cada vez más intensa. Dicté una clase sin coherencia, no podía concentrarme en lo que estaba haciendo y mi mente se distraía repitiendo una y otra vez las actitudes de Lorena que ese día me hacían tanta falta. Cuando logré concluir la clase, me alejé presuroso de aquel lugar que me recordaba a ella y me sumergí en la soledad de la Sala de Profesores, tratando de controlar mis emociones.
Hacía calor, puse mi saco en el perchero, me senté frente a la mesa y abrí un libro tratando de concentrarme en su lectura. Había recuperado la calma cuando sentí que tocaban la puerta, levanté los ojos y ahí estaba Lorena mirándome lascivamente, no esperó a que la invitara a pasar, dio dos pasos adelante y me dijo sugestivamente:
—Profe, disculpe usted mi inasistencia el día de hoy pero creo que después de estas semanas convendría que me diera la sesión de hoy en forma personalizada.
—¿Personalizada? –pregunté titubeando.
Caminó lentamente hasta colocarse detrás de mí, puso sus manos sobre mis hombros y acariciándolos sutilmente continuó:
—Sí, profe. Yo no he logrado buenas calificaciones con la teoría y pienso que sería mejor que me enseñe usted en forma práctica alguna de sus interesantes clases de anatomía.
Pude ver sus delicadas manos, ataviadas de largas uñas rojas, deslizándose suavemente por mi pecho, al mismo tiempo que acercaba su boca a mi oído para susurrar:
—Enséñeme profe… hm… aproveche que hoy no traigo ropa interior.
Mientras yo trataba de ordenar mis pensamientos, ella se apartó de mí, abrió la puerta del baño y entró invitándome a seguirla. La adrenalina brotó con desmesura, entré a aquel baño y la tomé entre mis brazos mientras que ella me besaba apasionadamente. Acaricié su pelo ensortijado, me enardecía la forma como mis dedos se enredaban en él al mismo tiempo que ella recorría con sus labios mi cuello y mi pecho. La aparté un poco de mí, abrí los botones de su blusa, quité con pericia su corpiño, acaricié sus senos desnudos y mordí sus pezones mientras que ella liberaba mi virilidad que se endurecía aún más con el contacto de sus manos.
Aprisioné su pecho desnudo junto al mío y sin dejar de besarla hurgué debajo de su falda comprobando que no me había mentido ¡no traía ropa interior!, me excité aún más. La tomé por la cintura haciéndola girar para besar su nuca y recorrer con mis labios su espalda en tanto mis manos transitaban por su vientre hasta explorar su sexo humedecido. Su respiración era rápida, jadeaba pidiéndome más. Levanté su pequeña falda, palpé con fuerza sus redondeadas nalgas apenas cubiertas con un delicado portaligas negro, separé suavemente sus preciosas piernas vestidas de seda diciéndole:
—Prepárese señorita, porque estoy seguro que la clase de hoy ¡nunca la olvidará!– Y arremetí con fuerza dentro de ella que gemía de placer en tanto que yo me estremecía hasta perderme totalmente en su joven y maravilloso cuerpo.
Cuando todo terminó, ella con total naturalidad se colocó el corpiño, cerró uno a uno los botones de su blusa, se acomodó la falda, se miró al espejo pintándose los labios de rojo carmesí, arregló su magnífica cabellera y se acercó a mí diciéndome:
—Es usted un grandioso profesor ¡espero poder repetir esta clase en algún otro lugar! –Me guiñó un ojo, abrió la puerta y se marchó.
Yo me quedé absorto ¡no salía de mi sorpresa por lo que había pasado minutos antes!, tomé mi ropa y me vestí rápidamente. Al salir del baño encontré a Alicia, la profesora de Biología que sorprendida dijo:
—Hace un momento me topé con una alumna ¿Qué hacía ella aquí?
Posó sus ojos en mí, puso cara de desagrado y sin esperar mi respuesta tomó sus cosas, dio media vuelta y se marchó.
Cuando llegué a mi casa esa noche, me sentía desorientado, pensaba que todo había sucedido en mi imaginación como una respuesta a la inquietud que había sentido por no ver a Lorena en clase. Traté de tranquilizarme, me serví un trago, prendí el televisor y al quitarme la camisa grande fue mi sorpresa al observar que tenía manchas de colorete en el cuello. Entendí entonces la mirada de Alicia y sonreí comprobando que aquella tarde en brazos de Lorena ¡había sido realidad!

***

lunes, 3 de marzo de 2014

Curiosidad

A
l finalizar el verano del año 1975 yo era un muchacho de doce años que se debatía entre la nostalgia de dejar atrás la niñez y las complicaciones de la adolescencia.  Era tiempo también de regresar al colegio y con ello descubrir que esa sensación tan extraña no era ajena a mis amigos ya que Alex, Pablo, Jaime, Carlos y Sebastián también demostraban inquietudes algo distintas a las que habíamos disfrutado juntos tan sólo un año atrás pues los partidos de fútbol, que antes gozábamos simplemente corriendo de un lado a otro sin más preocupación que no perder de vista aquella pelota, se habían transformado en un juego bullicioso que tenía como principal fin el lograr que aquel grupo de chicas, a las que tanto habíamos odiado y tanto se habían esforzado en ridiculizarnos, nos miraran.
Los cambios al parecer no sólo se presentaban en nuestras almas, cuerpos y voces, sino también en nuestro entorno, nuestro colegio pueblerino había tomado la decisión que para lograr un mejor desempeño de sus alumnos en las universidades de la ciudad era de imperiosa necesidad el aprendizaje de inglés.
Es así que después de la formación del lunes todos los alumnos, como era costumbre, pasábamos a ocupar nuestros salones de clases. No habíamos terminado de acomodarnos en nuestros nuevos y relucientes pupitres cuando la  Sra. Amanda, la directora del colegio, entró y con voz ceremoniosa  nos dijo:
Distinguidos alumnos, este año tenemos una novedad que estoy segura será de su agrado. A partir del presente mes cada uno de ustedes se verá beneficiado con el aprendizaje de la lengua universal: el inglés. Tomó aire y con una sonrisa amplia continuó : Para ello queridos alumnos, nuestro colegio ha realizado grandes esfuerzos para que ustedes puedan contar, a partir de la fecha, con la participación de Miss Pamela Smith, profesora graduada en una de las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos, para quien pido un fuerte aplauso.
Boquiabiertos vimos como aquella joven mujer entraba al salón llenando todo con su belleza. No era muy alta pero tenía los ojos más lindos que se hayan visto por ese lugar, azules como el cielo y una larga cabellera rubia y ensortijada que sujetaba hacia atrás.  Venía vestida de vaqueros y sandalias que dejaban ver sus preciosos pies adornados de uñas rojas. Cuando entró dijo en un castellano mal pronunciado:
Hola… soy Miss Pam.
Poco a poco, todo el alumnado masculino de aquel colegio estuvo pendiente de Miss Pam.  Alex y yo habíamos ideado una manera de tenerla cerca y sobre todo, una manera de poder admirar mejor su belleza pues mientras ella dictaba su clase de inglés nosotros constantemente la interrumpíamos levantando la mano para que se acerque a nuestro pupitre y, revisara si alguna palabra que se plasmaba en nuestro cuaderno estaba bien escrita y por supuesto, ella se agachaba mostrándonos, sin querer, aquel escote donde se iniciaban sus dos redondeados, voluminosos y rosados pechos que nos hacían soñar.  Lo hicimos tan evidente que una vez en el recreo Pablo, que a pesar de ser el menor era  el más alto y sabido de todos nosotros, nos dijo:
Par de pendejos, ¿no? ¿Creen que no nos hemos dado cuenta de cómo le miran las tetas a la gringa?
Todos los demás soltaron una estupenda carcajada en señal de aprobación, pero yo no me sentí alagado por el contrario sentí vergüenza de haber sido descubierto.   Sin embargo, lo que más me extrañaba era que a pesar de mis esfuerzos cada noche me era imposible dormir sin pensar en la sonrisa y en el cuerpo de aquella hermosa mujer.
Pasaron varios meses y con ellos el frío del invierno costero también apareció, haciendo que Miss Pam se abrigara más, dificultando mucho nuestras argucias para mirar aquella zona que tanto nos gustaba; pero en compensación lucía apretados jersey que nos mostraban su sugerente figura. 
Una mañana de sábado mi madre decidió que tan pronto termináramos de almorzar partamos junto a mi abuela a visitar a una vecina anciana y enferma.  La idea no me resultó atractiva; pero contrariamente a lo que mi madre pensaba, yo aquel día me sentía mal.  Me dolía muy fuerte la cabeza y no tenía ánimos ni para comer.   Mi abuela me tomó de la mano y me llevó con dulzura a mi cama, puso su mano sobre mi frente y dijo:
Rosaura, este muchacho está con fiebre ¡dejémoslo descansar!
Mi madre presurosa trajo el termómetro y me lo puso en la boca, al cabo de un momento lo revisó y me dio un jarabe diciéndome con ternura:  
Hijito, lo siento, no podrás acompañarnos.  Tendrás que quedarte solo porque Fabio ha salido, pero no temas volveremos tan pronto como podamos. 
Fabio era mi hermano mayor, tenía la suerte de haber terminado el colegio y de trabajar en la farmacia del pueblo, lo que le daba la independencia necesaria para no tener que acompañar a mi madre a cuanto sitio a ella le apetecía.
Cuando mi madre y mi abuela se marcharon, me sentí tan mareado que me acurruqué en mi cama hasta quedarme dormido pero una hora más tarde el sonido y las risas que se sentían en la sala de mi casa me despertaron.  Aún estaba mareado y mi cuerpo estaba sudoroso pero mi curiosidad por saber lo que pasaba me hizo levantarme de la cama y salir de mi habitación sin zapatos tratando de no hacer ningún ruido.
Me acerqué tanto como pude a la puerta de la sala que estaba entreabierta dejándome ver, sin ser descubierto, lo que ahí sucedía.  Miré sorprendido que Fabio bailaba con Miss Pam ¡No sabía que se conocían!  La música era alegre y ella bailaba levantando los brazos y moviendo sus caderas al compás a la vez que Fabio con torpeza seguía sus movimientos esforzándose por no perder el ritmo.  De pronto él extendió sus brazos tratando de atrapar aquellas voluptuosas caderas  y Miss Pam riendo coqueta se lanzó en una loca carrera por la sala simulando no querer dejarse atrapar.
Cuando la música se tornó más tranquila Miss Pam se quedó quieta y con un lenguaje de miradas que yo no comprendía hizo que Fabio se acercara a ella, la tomara por la cintura abrazándola muy fuerte, mientras que ella rodeaba con sus manos su cuello  y ambos acercaron sus bocas hasta fundirlas en un beso interminable moviendo sus caderas muy juntas al compás de la música.
En forma súbita Fabio, sin dejar de besarla, soltó su cintura e introdujo sus manos debajo del delgado polo que ella llevaba acariciándole la espalda. A ella parecía gustarle porque lo abrazaba y besaba aún con más fuerza; de pronto, se hizo hacia atrás y mirándolo sonriente tomó su camisa desabrochando uno a uno los botones hasta despojarlo de ella. Fabio, no lo dudó y en un movimiento rápido dejó descubiertos esos redondos y carnosos pechos que yo tantas veces había imaginado y que él ahora acariciaba y besaba con frenesí mientras ambos seguían  moviéndose al ritmo de la música.
Miss Pam tomó a mi hermano de la mano y sonriéndole lo llevó al sillón, se tumbó de espaldas con las piernas sugerentemente abiertas, Fabio sumergió una mano debajo de aquella diminuta falda, no alcanzaba a ver bien lo que hacía pero Miss Pam cerraba los ojos disfrutando de sus caricias. Yo, escondido, sentía como mi respiración se aceleraba, mi corazón latía con tanta fuerza que podía sentirlo en las sienes, tenía miedo de ser descubierto pero al mismo tiempo deseaba seguir mirando.
En un momento, Fabio sin dejar de acariciarla acomodó su cuerpo desnudo sobre ella haciendo movimientos ondulantes cada vez más rápidos, ella reaccionó arqueando el cuerpo hacia atrás, su respiración se tornó fuerte...rápida y la forma como sus blanquísimos pies de uñas rojas estrujaban el cobertor del sillón dejaba ver que se retorcía de placer, gimiendo y diciendo  en forma entrecortada:
Yes... yes… yes...
No recuerdo como terminó todo, debo haber vuelto semi-inconsciente a mi cama pues después de mucho rato, cuando ya era de noche, me despertó mi abuela con su mano en mi frente diciendo:
Estás con fiebre.
No quería saber más, cerré los ojos pero lo contemplado aquella tarde se repetía en mi cerebro por fragmentos, el beso apasionado de ambos, los senos desnudos de Miss Pam, sus uñas rojas, los movimientos ondulantes de mi hermano… y yo sólo quería que me dejen dormir.




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