lunes, 3 de marzo de 2014

Curiosidad

A
l finalizar el verano del año 1975 yo era un muchacho de doce años que se debatía entre la nostalgia de dejar atrás la niñez y las complicaciones de la adolescencia.  Era tiempo también de regresar al colegio y con ello descubrir que esa sensación tan extraña no era ajena a mis amigos ya que Alex, Pablo, Jaime, Carlos y Sebastián también demostraban inquietudes algo distintas a las que habíamos disfrutado juntos tan sólo un año atrás pues los partidos de fútbol, que antes gozábamos simplemente corriendo de un lado a otro sin más preocupación que no perder de vista aquella pelota, se habían transformado en un juego bullicioso que tenía como principal fin el lograr que aquel grupo de chicas, a las que tanto habíamos odiado y tanto se habían esforzado en ridiculizarnos, nos miraran.
Los cambios al parecer no sólo se presentaban en nuestras almas, cuerpos y voces, sino también en nuestro entorno, nuestro colegio pueblerino había tomado la decisión que para lograr un mejor desempeño de sus alumnos en las universidades de la ciudad era de imperiosa necesidad el aprendizaje de inglés.
Es así que después de la formación del lunes todos los alumnos, como era costumbre, pasábamos a ocupar nuestros salones de clases. No habíamos terminado de acomodarnos en nuestros nuevos y relucientes pupitres cuando la  Sra. Amanda, la directora del colegio, entró y con voz ceremoniosa  nos dijo:
Distinguidos alumnos, este año tenemos una novedad que estoy segura será de su agrado. A partir del presente mes cada uno de ustedes se verá beneficiado con el aprendizaje de la lengua universal: el inglés. Tomó aire y con una sonrisa amplia continuó : Para ello queridos alumnos, nuestro colegio ha realizado grandes esfuerzos para que ustedes puedan contar, a partir de la fecha, con la participación de Miss Pamela Smith, profesora graduada en una de las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos, para quien pido un fuerte aplauso.
Boquiabiertos vimos como aquella joven mujer entraba al salón llenando todo con su belleza. No era muy alta pero tenía los ojos más lindos que se hayan visto por ese lugar, azules como el cielo y una larga cabellera rubia y ensortijada que sujetaba hacia atrás.  Venía vestida de vaqueros y sandalias que dejaban ver sus preciosos pies adornados de uñas rojas. Cuando entró dijo en un castellano mal pronunciado:
Hola… soy Miss Pam.
Poco a poco, todo el alumnado masculino de aquel colegio estuvo pendiente de Miss Pam.  Alex y yo habíamos ideado una manera de tenerla cerca y sobre todo, una manera de poder admirar mejor su belleza pues mientras ella dictaba su clase de inglés nosotros constantemente la interrumpíamos levantando la mano para que se acerque a nuestro pupitre y, revisara si alguna palabra que se plasmaba en nuestro cuaderno estaba bien escrita y por supuesto, ella se agachaba mostrándonos, sin querer, aquel escote donde se iniciaban sus dos redondeados, voluminosos y rosados pechos que nos hacían soñar.  Lo hicimos tan evidente que una vez en el recreo Pablo, que a pesar de ser el menor era  el más alto y sabido de todos nosotros, nos dijo:
Par de pendejos, ¿no? ¿Creen que no nos hemos dado cuenta de cómo le miran las tetas a la gringa?
Todos los demás soltaron una estupenda carcajada en señal de aprobación, pero yo no me sentí alagado por el contrario sentí vergüenza de haber sido descubierto.   Sin embargo, lo que más me extrañaba era que a pesar de mis esfuerzos cada noche me era imposible dormir sin pensar en la sonrisa y en el cuerpo de aquella hermosa mujer.
Pasaron varios meses y con ellos el frío del invierno costero también apareció, haciendo que Miss Pam se abrigara más, dificultando mucho nuestras argucias para mirar aquella zona que tanto nos gustaba; pero en compensación lucía apretados jersey que nos mostraban su sugerente figura. 
Una mañana de sábado mi madre decidió que tan pronto termináramos de almorzar partamos junto a mi abuela a visitar a una vecina anciana y enferma.  La idea no me resultó atractiva; pero contrariamente a lo que mi madre pensaba, yo aquel día me sentía mal.  Me dolía muy fuerte la cabeza y no tenía ánimos ni para comer.   Mi abuela me tomó de la mano y me llevó con dulzura a mi cama, puso su mano sobre mi frente y dijo:
Rosaura, este muchacho está con fiebre ¡dejémoslo descansar!
Mi madre presurosa trajo el termómetro y me lo puso en la boca, al cabo de un momento lo revisó y me dio un jarabe diciéndome con ternura:  
Hijito, lo siento, no podrás acompañarnos.  Tendrás que quedarte solo porque Fabio ha salido, pero no temas volveremos tan pronto como podamos. 
Fabio era mi hermano mayor, tenía la suerte de haber terminado el colegio y de trabajar en la farmacia del pueblo, lo que le daba la independencia necesaria para no tener que acompañar a mi madre a cuanto sitio a ella le apetecía.
Cuando mi madre y mi abuela se marcharon, me sentí tan mareado que me acurruqué en mi cama hasta quedarme dormido pero una hora más tarde el sonido y las risas que se sentían en la sala de mi casa me despertaron.  Aún estaba mareado y mi cuerpo estaba sudoroso pero mi curiosidad por saber lo que pasaba me hizo levantarme de la cama y salir de mi habitación sin zapatos tratando de no hacer ningún ruido.
Me acerqué tanto como pude a la puerta de la sala que estaba entreabierta dejándome ver, sin ser descubierto, lo que ahí sucedía.  Miré sorprendido que Fabio bailaba con Miss Pam ¡No sabía que se conocían!  La música era alegre y ella bailaba levantando los brazos y moviendo sus caderas al compás a la vez que Fabio con torpeza seguía sus movimientos esforzándose por no perder el ritmo.  De pronto él extendió sus brazos tratando de atrapar aquellas voluptuosas caderas  y Miss Pam riendo coqueta se lanzó en una loca carrera por la sala simulando no querer dejarse atrapar.
Cuando la música se tornó más tranquila Miss Pam se quedó quieta y con un lenguaje de miradas que yo no comprendía hizo que Fabio se acercara a ella, la tomara por la cintura abrazándola muy fuerte, mientras que ella rodeaba con sus manos su cuello  y ambos acercaron sus bocas hasta fundirlas en un beso interminable moviendo sus caderas muy juntas al compás de la música.
En forma súbita Fabio, sin dejar de besarla, soltó su cintura e introdujo sus manos debajo del delgado polo que ella llevaba acariciándole la espalda. A ella parecía gustarle porque lo abrazaba y besaba aún con más fuerza; de pronto, se hizo hacia atrás y mirándolo sonriente tomó su camisa desabrochando uno a uno los botones hasta despojarlo de ella. Fabio, no lo dudó y en un movimiento rápido dejó descubiertos esos redondos y carnosos pechos que yo tantas veces había imaginado y que él ahora acariciaba y besaba con frenesí mientras ambos seguían  moviéndose al ritmo de la música.
Miss Pam tomó a mi hermano de la mano y sonriéndole lo llevó al sillón, se tumbó de espaldas con las piernas sugerentemente abiertas, Fabio sumergió una mano debajo de aquella diminuta falda, no alcanzaba a ver bien lo que hacía pero Miss Pam cerraba los ojos disfrutando de sus caricias. Yo, escondido, sentía como mi respiración se aceleraba, mi corazón latía con tanta fuerza que podía sentirlo en las sienes, tenía miedo de ser descubierto pero al mismo tiempo deseaba seguir mirando.
En un momento, Fabio sin dejar de acariciarla acomodó su cuerpo desnudo sobre ella haciendo movimientos ondulantes cada vez más rápidos, ella reaccionó arqueando el cuerpo hacia atrás, su respiración se tornó fuerte...rápida y la forma como sus blanquísimos pies de uñas rojas estrujaban el cobertor del sillón dejaba ver que se retorcía de placer, gimiendo y diciendo  en forma entrecortada:
Yes... yes… yes...
No recuerdo como terminó todo, debo haber vuelto semi-inconsciente a mi cama pues después de mucho rato, cuando ya era de noche, me despertó mi abuela con su mano en mi frente diciendo:
Estás con fiebre.
No quería saber más, cerré los ojos pero lo contemplado aquella tarde se repetía en mi cerebro por fragmentos, el beso apasionado de ambos, los senos desnudos de Miss Pam, sus uñas rojas, los movimientos ondulantes de mi hermano… y yo sólo quería que me dejen dormir.




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